Por:
Jorge A. Mejía
Zapopan,
jal. 7 de octubre 2016
Las lluvias del pasado
fin de semana ponen en evidencia lo vulnerable que se encuentra cierto sector
de la población. Ya no solo es la gente que por escasos recursos, se plantaba
en zonas de alto riesgo. Hoy, los daños
alcanzan a trabajadores que invirtieron grandes sumas de dinero para obtener un
patrimonio. Los factores a considerar son muchos: van desde la falta de
planeación, hasta las mordidas que se han
llevado ciertos funcionarios. Lo
cierto es, que el ciudadano común sufre las consecuencias. Es lamentable que
por la corrupción se ponga en riesgo a la población. Y no solo me refiero en
esta parte del país, basta con mirar lo ocurrido en Durango donde hasta 24 mil
familias se vieron afectadas. Causa indignación las declaraciones que diera a
la prensa el titular del instituto para
la vivienda, David Penchyna, que precisó
que no permitirá que personas que no sufrieron ningún daño, se vean
beneficiadas con la ayuda por las pasadas lluvias en aquella región. En estas
declaraciones se ve la lejanía que se tiene por parte de estos funcionarios
con el ciudadano de a pie, (quien es el
real afectado.) Los personajes como este tipo se valen de los medios para
mostrar su supuesta honestidad y equidad en estas tragedias, sería necesario
que rindieran cuentas del proceder de sus decisiones al permitir a las constructoras
ofrecer estas viviendas. También se atrevió a exponer que el instituto no
financia viviendas en zonas que no estén autorizadas por las normas del propio
organismo y, si se llegara a dar el caso, la constructora “será sancionada y no
volverán a autorizarse créditos para comprar sus desarrollos.” Y mientras tanto
las zonas metropolitanas del país se siguen floreciendo fincas hechas en serie, en lugares de alto
riesgo. Si a esto le sumamos la dudosa
calidad del material con el que son construidas, estamos en la elaboración de
un coctel que derivará en una tragedia. Si creen que dramatizo, basta con
recordar lo ocurrido en el terremoto de 1985, donde gran parte de los derrumbes
se debieron a las pésimas condiciones de
los edificios que, en su momento, fueron construidos sin respetar ninguna
norma, gracias a la corrupción. También estuvo de manifiesto la prepotencia del
gobernante en turno que ante la emergencia se negó a recibir ayuda del
extranjero, pues considero que el daño había sido menor. Como pueden ver la
historia se repite, como ejemplo no solo tenemos las lluvias. En mayo del 2015
un tornado tomó por sorpresa a la población de Ciudad Acuña. Destruyendo casas,
hiriendo a 213 personas y matando a 13. Estábamos ante un hecho insólito pues el
cambio climático nos mostraba su fortaleza. Semanas después, lo que nuestras
autoridades calificaron como fenómeno anormal, se describió como un tornado de
poca magnitud que causó daños por la
baja calidad de las construcciones. No solo es a los terremotos y a los huracanes a los hay que temerles, también
existe la avaricia de las constructoras y la corrupción de algunos funcionarios
públicos que se pierden en las sombras cuando la desgracia llega a nuestras
tierras. Como sociedad se ha logrado frenar desarrollos inmobiliarios en zonas ecológicas
protegidas dentro de la zona metropolitana, es necesario pues, hacer lo mismo
ahora para protegernos a nosotros mismos. Según POT Met dentro del periférico
aún existen espacios urbanos con la capacidad de albergar a un par de millones
de habitantes; que son los que se estima, vivirán en la ZMG dentro de las
siguientes tres décadas. Debemos de exigir que se invierta en la habilitación
de dichos espacios ya que, al final de
cuentas los gastos en infraestructura en las zonas alejadas de la mancha
urbana, terminaran por costarnos más.
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